Teatro de vanguardia:: CLASES DE ACTUACIÓN /15-5823-5865/ Federico Herrero Nicolás Francisco Herrero, actuación arte en teatro, cine y televisión, 13 premios en orden local, 17 en orden internacional. Los directores de teatro Federico Herrero y Nicolás Francisco Herrero presentaron en el foro internacional de directores de teatro, un trabajo de investigación: "Teatro y teoría". A continuación algunos fragmentos del trabajo citado, desde mi punto de vista.
Contribuir a la recuperación de una unidad que es tan antigua como el teatro, tan significativa como la teoría, fue uno de los primeros propósitos que orientó el trabajo.
La coexistencia semántica original de ambas nociones se ha atenuado; ya no se entienden como términos de una dualidad, aun cuando nombran actividades que derivan de la misma facultad ejercida por un sujeto que se propone conocer el mundo, conocerse, conocer esos conocimientos, según tendencias divergentes de su imaginación, en efecto, pero que se confunden para definir específicamente la condición antropológica fundamental: la necesidad-capacidad de representar.
No se desconoce que entre una y otra forma de imaginación las divergencias parecen acentuarse cada vez más. Por un lado, un teatro contemporáneo subraya la transformación del texto, lo "acontecimental" en la "repetición", el fenómeno circunstancial en la permanencia, lo irrepetible por efímero, lo presente por presencia y por fugaz, que no corresponde a la participación compulsiva promovida por estéticas ya superadas sino a la rehabilitación de. la relación entre el actor y el espectador, un acto de comunicación donde no se quiere ignorar la uni(ci)dad de cada situación.
Por otro lado, las teorías se multiplican: las doctrinas estructuralistas, los progresos semióticos, los análisis pragmáticos, organizan metodológicamente el conjunto de observaciones y formulaciones con tanta austeridad que, difícilmente, suelen resolverse más allá de los recintos universitarios, de tratados de especialización y discusiones cada vez menos seculares. Pero aun ese cisma no puede disimular que "toda mirada sobre el mundo teoriza", y que también lo contrario es cierto.
Si bien en un principio los griegos ya entendían que ver y pensar no eran acciones demasiado diferentes y designaban "theoria" las dos formas de la contemplación: la imagen y la idea, el reflejo y la reflexión, el espejo y la especulación, una visión y otra visión, hoy parece necesario reivindicar que -más allá de una identidad etimológica-, tanto la búsqueda estética como la investigación disciplinaria, se proponen una revelación de la verdad. Asimiladas por esa misma tentativa -un intento, una tentación- no pueden soslayar, ni una ni otra, al sujeto que quiere conocer ni la situación histórica que lo determina. Por eso, más que las consabidas contradicciones, conviene observar la interacción entre el discurso teórico y el discurso teatral, un juego también "antagónico" que disputan ambos discursos como "textos-en-la-historia" (1), un saber y una acción, un proceso cultural global en el que no cabe distinguir las instancias de anterioridad-posterioridad porque ocurren desarrollando un círculo, un ciclo -como una revolución- en el siglo.
Aunque no sea una novedad, importa señalar que aun los científicos más innovadores siguen insistiendo en que también la teoría se propone ir "más-allá", llegar al "ser-en-sí" de las cosas y que también un personaje, ya hace siglos, se había propuesto revelar, en el teatro, por el teatro, la verdad:y esa propuesta se repite en cada representación.
Verdad y mentira, esencia y apariencia, ausencia y presencia, adentro y afuera, son algunos pares antitéticos que han determinado, sin interrupción, preocupaciones y elaboraciones, las más profundas, las mayores.
El signo es clave y figura de esa dualidad, de ahí que no pueda escandalizar que la semiótica haya sido definida tanto como una teoría de los signos tanto como una "teoría de la mentira". No hay mucha diferencia: verdad y mentira dependen del signo porque "Si algo no puede ser usado para mentir tampoco sirve para decir la verdad".
Una observación todavía vigente de los formalistas había considerado que, en el escenario, todo es signo, de ahí que nunca se haya dudado de que ese sea el espacio de la ficción. Pero además podría agregarse que el escenario es el espacio privilegiado de la verdad o, por lo menos, donde la verdad puede producirse ya, en cualquier momento, porque en ese lugar la verdad está en suspenso: detenida, posible, inminente. Es menos difícil suponer la verdad en la ficción que en la realidad: "Más verdadera que la verdad, la simulación". Afirmar "Yo miento" tampoco asegura la verdad. Más de una paradoja cuestiona la confesión de la mentira: la verdad sigue incierta. Sin embargo, señalar la mentira, ponerla en evidencia, exhibirla, si no dice la verdad, en parte la muestra.
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